–El hombre tiende naturalmente a vivir en matrimonio, a tener hijos y a formar una familia –dijo el bienaventurado con una sonrisa.
–Esto será para los católicos. Somos muchos los que preferimos… usted ya sabe, preferimos vivir…
–No, no, no. No es una cuestión exclusiva de los católicos ni de las personas que pertenecen a ciertas religiones. Es una cuestión estrictamente propia de la condición humana. De todo ser humano.
–Discúlpeme. Tengo poca fe y no entiendo lo que está diciendo –le dije para justificarme.
–Piénsalo que, de a poco, lo irás entendiendo porque ésta no es una cuestión de fe, sino de racionalidad. Al menos al comienzo. El hombre naturalmente tiende a unirse en matrimonio con una persona del otro sexo porque está hecho para vivir de ese modo. Así como los caballos fueron creados para vivir en manada, el hombre fue creado para vivir en matrimonio.
–Sé lo que quiere decirme. Pero hoy se vive de otra manera.
–No te confundas. Siempre existió el concubinato –me respondió y a continuación me explicó que concubinas son aquellas personas que viven «como si fueran un matrimonio», sin estar casados. Fingen ser esposos, pero no lo son porque no se casaron.
–Ahora se les dice uniones de hecho o convivencia. Pero sigue siendo concubinato –explicó mi ángel custodio al bienaventurado.
Con cuanta facilidad cambiamos el nombre de las cosas y terminamos auto engañados. Convencidos de que estamos comiendo liebre, cuando en realidad estamos comiendo gato. Así llamamos autoestima a la soberbia; carácter fuerte, al capricho; amor propio, al egoísmo; prudencia, a la cobardía; a la mediocridad, humildad; y al concubinato, matrimonio.
No te dejes engañar. Ni te auto engañes cambiando el nombre de las cosas; por más que se parezcan, no es lo mismo estar casado que convivir en pareja.
No vengas a decir ahora que es una cuestión de fe o un invento de la Iglesia; porque es algo propio de tu naturaleza humana. Es la tendencia natural que sentimos todos los seres humanos, porque hemos sido creados para vivir de ese modo y no de otro.
Pablo Córdoba
Discúlpeme. Tengo poca fe y no entiendo lo que está diciendo –le dije para justificarme.
–Piénsalo que, de a poco, lo irás entendiendo porque ésta no es una cuestión de fe, sino de racionalidad. Al menos al comienzo.
Querido Pablo, he visitado tu pag. Y está cada vez más interesante.
Me encantό esta reflexiόn sobre el matrimonio que copié arriba.
Me pone a recordar los evangelios donde Jesus le responde a los fariseos.
“Al principio el Creador los hizo hombre y mujer”(Mt 19,4).
Esto quiere decir que Dios hizo al hombre para la mujer y a la mujer para el hombre, con cara a la propagación del género humano, el amor y ayuda mutua.
Que es lo que pasa en nuestros tiempos que queremos utilizar el libre albedrío peor de como lo utilizaron Adan y Eva en su tiempo.
Solo queremos oír y hacer lo que más nos convenga, no lo que hemos aprendido a través de las escrituras y si nadie nos ha explicado las escrituras por lo menos lo que hemos visto por las buenas costumbres.
Un abrazo.
Elsa Suriel.
Rep. Dom.
Hace mucho tiempo me casé y no pasaron tres años y descubrí que él me engañaba a pesar de jurar que no lo hacía. A partir de allí todo cambió; intenté separarme y él no quiso. Tenemos en común cuatro hijos. Hasta ahora siento la necesidad de arreglar mi vida pues no estoy casada por iglesia y ese hecho me duele mucho porque sé que estoy en pecado y para dejar de pecar debo pecar de nuevo prometiendo algo que sé que no podré cumplir como lo es el hecho de permanecer juntos hasta que la muerte nos separe. Qué hacer? No lo sé. Siempre quise acercarme a hablar con el párroco pero después nolo hago y sigo sufriendo por vivir en continuo pecado.
Te saludo y espero tus palabras. Gracias por lo que brindas al mundo en nombre de Dios.
Querida Roxana:
Gracias por tu comentario. Tú me preguntas que hacer, en tu caso. Pues yo creo que lo primero es resolver la tendencia a la infidelidad por parte de tu «pareja». Una vez resuelta esa tendencia, si ambos están dispuestos a ser fieles hasta la muerte, pues, hablas con el Párraco, se confiesan, se casan y listo.
¿Imaginas lo feliz que serían tus hijos al ver que sus padre se entregan mutuamente y comprometen a amarse durante toda la vida?
No importa lo ingrato que haya sido tu pasado, piensa lo feliz que puedes ser viviendo en Gracia de Dios y en Matrimonio.
Sueña toda las noches con este futuro lleno de ilusiones de alegrías de esperanzas. Llena tu corazón de deseos por dar un vuelco definitivo a tu situación agobiante.
Recuerda que Cristo murio, precisamente para eso, para que tú y yo podamos dejar el pecado y comenzar una vida nueva, una y otra vez, cuantas veces sea necesario.
Pablo Córdoba.